Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, septiembre 21, 2025

Modelo

La adolescente modelaba frente al espejo la ropa con la que saldría al supermercado esa tarde con su madre. Su progenitora miraba con curiosidad y hasta con risa la preocupación que ponía la muchacha en cada detalle de su presentación personal en público: la mujer aún recordaba que a la edad que tenía su hija ella era una rebelde descuidada y desordenada, que jamás se preocupaba de la ropa ni del peinado para salir a la calle. A veces se preguntaba a quién había salido la pequeña, y la respuesta era una sola: su abuela paterna había pertenecido a la aristocracia en su juventud, y había aprendido todas esas costumbres a temprana edad, y se las había heredado a su nieta, quien sin embargo nunca la conoció pues la señora había fallecido cuando su padre había cumplido quince años, unos diez años antes de engendrarla.

La muchacha caminaba de la mano de su madre, al entrar al supermercado la niña se soltó de la mano para mirar su reflejo en la vitrina y asegurarse de estar presentable; la mujer miró a su hija, sonrió y caminó delante de ella para dejar que la muchacha hiciera lo que sintiera. Diez segundos más tarde sintió la pequeña mano de su hija nuevamente sujetando la suya. Ambas mujeres siguieron caminando de la mano buscando las cosas de la lista de compras.

Al llegar a la panadería había una suerte de barullo, mucha gente mirando hacia las góndolas con pan, dos guardias del supermercado en el lugar y una voz vieja y cansada vociferando algo casi ininteligible. Madre e hija asomaron sus cabezas y vieron a un anciano que parecía tener más años que el mundo, pulcramente vestido, reclamando por la temperatura del pan que le humedecía la bolsa plástica, y exigiendo que le trajeran bolsas de papel. Los guardias con toda paciencia le explicaban que no tenían, lo que parecía enrabiar cada vez más al anciano. De pronto la niña soltó la mano de su madre y se acercó al lugar.

El anciano seguía reclamando con la voz más alta que podía; de pronto sintió una pequeña mano tomando la suya. Al girarse a mirar vio los ojos de la pequeña fijos en los suyos; el hombre guardó silencio, soltó la bolsa plástica de pan y se fundió en un abrazo eterno con la pequeña. La madre y el resto de los compradores no entendían nada; sin embargo el hombre reconoció de inmediato a su hermana fallecida veinticinco años atrás en el cuerpo de la pequeña, y la niña reconoció a su hermano el gruñón que dejó de ver el día que falleció, pero que trajo en su memoria a su nueva encarnación.

domingo, septiembre 14, 2025

Asesino

El asesino caminaba por la plaza mirando el entorno; hacía días que no terminaba con la vida de nadie por lo que inconscientemente daba vueltas para ver si encontraba a alguien con el perfil que seguía y así poder darle continuidad a su seguidilla de homicidios. Hasta ese momento llevaba cinco muertos, y aparentemente las policías y la fiscalía aún no eran capaces de seguir el patrón que había ideado, pese a lo evidente que al menos para él era. El hombre asesinaba hombres chilenos de no más de un metro cincuenta de estatura, de no más cuarenta kilos de peso y de no menos de sesenta años. El patrón parecía antojadizo, pero no lo era.

El padre del asesino era un enjuto hombre de un metro cuarenta y nueve de estatura que pesaba treinta y ocho kilos, que cuando joven había sido boxeador, y pasados los sesenta años se dedicó a usar a su esposa, del mismo peso y estatura, como saco de boxeo. El asesino vivía solo, e iba una vez cada dos semanas a ver a su madre, y siempre la encontraba con moretones en la cara y el cuerpo. La última vez que la vio estaba con más moretones, con la cabeza en una posición imposible, el cuello roto y tapada por una lona de la policía. En ese momento el hombre se descontroló, buscó a su padre, lo mató a golpes, para luego desmembrar su cuerpo y lanzar los restos a un río. Terminado ello tomó sus cosas y se mudó de ciudad, con la sed de venganza viva, por lo que decidió seguir asesinando a hombres que le recordaran a su progenitor, del que heredó la violencia y el instinto asesino.

El hombre miraba a todos en la plaza. De pronto apareció un hombre pequeño y muy delgado, que calzaba perfecto con sus estándares físicos; sin embargo, no parecía tener más de treinta y cinco años. El asesino pensó un poco, y decidió que cuando ese hombre cumpliera los sesenta años se pondría tan malvado como su padre, por lo que rápidamente decidió asesinarlo. Luego de meterle conversación e invitarle una cerveza, lo golpeó con una enorme piedra en la cabeza quebrándole el cráneo y acabando con su vida al instante. Un minuto después, algo que nunca había sucedido ocurrió frente a sus ojos.

El cuerpo con la cabeza rota se puso de pie. Con la cabeza partida miró al asesino quien no entendía nada; el asesino miró en el suelo hasta encontrar otra piedra más grande con la que nuevamente golpeó la cabeza del pequeño joven, quien cayó al suelo para un minuto más tarde volver a ponerse de pie para mirar, ahora con un ojo medio salido, a su verdugo quien seguía sin entender lo que sucedía. El asesino encontró un pastelón de concreto que apenas logró levantar, con el cual terminó por reventar lo que quedaba de la cabeza del joven, quien por tercera vez se puso de pie de frente al asesino quien ya no sabía qué hacer. A su lado, la Muerte se negaba a llevarse a alguien que no cumpliera estrictamente con el patrón del asesino, por lo que devolvería el alma a lo que quedara del cuerpo las veces que fuera necesario hasta que el asesino entendiera y volviera en sí.

domingo, septiembre 07, 2025

Ansiedad

El escritor estaba borrando su noveno borrador de cuento de la mañana. Su imaginación y las musas parecían no querer acompañarlo ese día, y los intentos de forzar una idea habían sido infructuosos. Luego de terminar nuevamente con la pantalla en blanco, y después de media hora de mirar videos en el computador, decidió tomar un café cargado y salir a caminar para despejarse y ver si luego de la marcha las ideas regresaban a su cabeza.

Dos horas más tarde el escritor seguía caminando sin ser capaz de despejarse. En ese momento se dio cuenta que el motivo de su desconcentración era que estaba ansioso. La noche anterior no había dormido bien pues había tenido una pesadilla bastante extraña en la que un pedazo de un edificio caía sobre su cuerpo aplastándolo y dejándolo inmóvil del cuello hacia abajo. El hombre pasó a una farmacia, preguntó, y le vendieron un medicamento de origen natural para intentar manejar la ansiedad.

Luego de media hora de tomar el medicamento la ansiedad pareció ceder, por lo que el hombre decidió volver sobre sus pasos a su domicilio a ver si ahora sí podía volver a escribir, y para variar un poco el paisaje decidió irse por otro camino. El hombre caminaba despreocupado, hasta que pasó al lado de un edificio viejo con una rica fachada; el hombre se quedó viendo la mampostería, hasta que de pronto se fue a negro.

El hombre volvió en sí un segundo después; se encontraba de pie al lado de su cuerpo, sobre el que había caído la cabeza de una estatua ubicada en el techo del viejo edificio, dejándolo con una enorme herida en su cabeza que sangraba profusamente. Mientras los curiosos se acercaban a intentar ayudarlo o a grabar videos para subirlos a sus redes sociales, notó a un hombre de mediana edad de mirada seria parado al lado de él. El hombre no movió sus labios, pero escuchó claramente en su cabeza cómo su ángel de la guarda lo reprimía por no haber previsto el accidente luego del sueño premonitorio que le enviara la noche anterior para intentar salvarlo de la invalidez.

domingo, agosto 31, 2025

Fiebre

La fiebre tenía completamente descompensado al escolar esa mañana. La noche anterior había estado jugando fútbol en la calle con sus amigos hasta tarde en la noche, había traspirado mucho y no se quiso bañar en cuanto entró a la casa por lo que se quedó con la ropa húmeda con el sudor por cerca de media hora. Como era de esperar, a la mañana siguiente despertó afiebrado y con molestias para respirar. Su madre al verlo le dijo que lo enviaría igual al colegio pues todo había sido su culpa la noche anterior. Así, sin piedad alguna, la mujer lo levantó a la fuerza, lo obligó a bañarse y lo llevó al colegio tal como estaba.

El niño no paraba de traspirar, y ya estaba viendo todo borroso. La fiebre le impedía concentrarse, y casi no era capaz de siquiera seguir el ritmo de la primera clase de la mañana. El profesor al darse cuenta le avisó al inspector quien consiguió el número de teléfono de la madre para que lo retirara y lo llevara al médico. Grande fue su sorpresa cuando la mujer le dijo que la fiebre era por irresponsabilidad del niño, que no lo iría a buscar pues debía aprender a ser responsable, y luego cortó la llamada y apagó el teléfono. El inspector, al no tener qué hacer, sacó al niño de la sala para evitar contagios, lo llevó a la sala de profesores y le dio un té caliente. Cuando el pequeño estaba por tomar la taza no aguantó más y se desmayó.

El niño se vio de pronto dentro de un extraño sueño. Veía fuego rodeándolo por todos lados, el calor aumentaba a cada segundo y el pequeño se sentía cada vez más mal; de pronto vio que entre las llamas aparecían seres pequeños de color rojo que se le acercaban y le movían todo el cuerpo; de pronto y de la nada apareció una mujer gigante de piel azul, ocho brazos y una larga lengua roja que empezó a matar a los pequeños seres de color rojo. Luego de algunos minutos los seres diminutos desaparecieron, y la enorme mujer se fue caminando lentamente mirando todo a su alrededor. En ese momento el niño despertó en una cama de una clínica; a sus pies estaba una mujer de piel mate cuyo rostro se parecía al de la enorme mujer azul de lengua larga. En ese momento entró a la habitación su madre asustada; el inspector le dijo que el pequeño empezó a convulsionar por la fiebre, y que una alumna de intercambio de pedagogía proveniente de la India la subió a su vehículo y lo llevó a la clínica para que lo estabilizaran. Cuando la madre volteó para dar las gracias, la estudiante había desaparecido. Por el espacio de la puerta cruzó mirada con el pequeño, a quien le guiñó el ojo, y le mostró su larga lengua. Ese día la muchacha desapareció del colegio. Nunca más se supo de ella

domingo, agosto 17, 2025

Crujidos

Muchos crujidos se escuchaban esa mañana en la obra. Los trabajadores habían llegado temprano como siempre a su faena, pero al llegar sintieron que todo crujía, como si el trabajo hubiera quedado mal hecho, o la tierra bajo la edificación estuviera cediendo. El capataz al llegar también se dio cuenta de que todo crujía, ordenó a su gente no entrar al lugar y llamó de inmediato a su jefatura para informar lo que estaba pasando y saber cómo proceder.

Una hora más tarde un equipo de ingenieros, geomensores y arquitectos llegaron al lugar con muchos aparatos que loe obreros no conocían. Luego de otra hora más de inspecciones llegaron a la conclusión que nada extraño había en el trabajo ejecutado ni en el terreno, por lo que probablemente eras crujidos normales para la etapa de la obra en que estaban. Pese a la incredulidad de los obreros se dio reinicio a los trabajos, sin que nada pasara en dos horas de trabajo; terminado el plazo y estando seguros que nada pasaría, los profesionales se retiraron del lugar dejando a los trabajadores seguir con el plan de trabajo.

El resto del día transcurrió sin mayores contratiempos; sin embargo media hora antes del término de la faena los crujidos reaparecieron con más intensidad. Pese a ello los trabajadores siguieron su trabajo sin que nada pasara, lo que los tranquilizó para que pudieran seguir en sus labores. De pronto el operador de la grúa sintió algo raro en su asiento, al mirar a su lado vio algo que no pudo entender.

Al lado del operador de la grúa había una persona con la piel gris y pintada con colores vivos, rapado al cero, torso desnudo, y con una especie de pantalón de cuero de animal con todos sus pelos. El hombre ahogó un grito de espanto e intentó comunicarse por la radio; al abrir el canal escuchó que varios de sus compañeros denunciaban casi lo mismo. En ese momento los obreros empezaron a salir de la obra; cuando todos estuvieron fuera los obreros se encontraron con más de una decena de mapuches con vestimenta de guerra mirándolos con la misma extrañeza con que miraban los obreros. Diez minutos más tarde apareció un arqueólogo en el lugar con el jefe de la empresa constructora con documentos que demostraban que el lugar era un cementerio indígena, y que la obra debería ser suspendida hasta que sacaran todos los restos del lugar. Al ver llegar a los profesionales las almas desaparecieron al igual que los crujidos.

domingo, agosto 10, 2025

Libro

El hombre fumaba su pipa en la biblioteca de la casa; mientras hojeaba un libro, veía el humo salir de la pipa y el vapor de la taza de café que descansaba en el arrimo de la habitación. De la nada sintió una especie de empujón en el brazo izquierdo; en ese momento despertó en el bus mientras la pasajera que iba sentada a su lado lo despertaba para poder bajar en el paradero. El muchacho se desperezó, le dio la pasada y sujetó firmemente su vaso de café con una mano y el libro que estaba leyendo antes de quedarse dormido con la otra. El muchacho pensó en lo que estaba soñando, sonrió, y abrió el libro en la página que tenía marcada.

Media hora más tarde el muchacho volvió a despertar, se había pasado quince cuadras de su destino. El joven se bajó a la carrera, botó el vaso de café y empezó la caminata hacia el trabajo, pues no le alcanzaba el presupuesto para pagar un pasaje de más por el exceso de sueño al no haber dormido adecuadamente la noche anterior por haberse quedado leyendo hasta demasiado tarde. Mientras caminaba pensaba en el sueño, en tener una biblioteca en la casa, pero más que nada tener los medios para trabajar menos horas a la semana para tener más tiempo para leer.

El muchacho caminaba lentamente al trabajo, pues iba leyendo en el trayecto. El joven ya conocía a su jefe, y sabía que con el retraso que llevaba le descontaría el día completo, por lo que no valía la pena apurarse para llegar antes a una jornada económicamente perdida. Además, el libro estaba llegando al climax, y no podía esperar para saber el desenlace de la novela de acción.

El joven cruzó despreocupado la calle, sintiendo un bocinazo tras de sí, y un golpe seco luego del bocinazo. En ese instante los transeúntes se dirigieron corriendo hacia el vehículo; la curiosidad pudo más que el libro y el joven se dio vuelta. Dos metros más allá estaba el auto con el capó abollado; a los siete metros había un cuerpo botado en el suelo, y un libro ensangrentado. El muchacho se acercó al cadáver, y al mirar el rostro del accidentado se reconoció inmediatamente; al ver su libro vio que las páginas estaban cubiertas de sangre, tal como el libro físico. El alma del joven sonrió amargamente: la sangre en su libro le impedía saber el desenlace de la historia. El joven había muerto por su amor a la literatura, y gracias a su sangre jamás sabría cómo terminaba la historia que le quitó la vida.

domingo, agosto 03, 2025

La repartidora había detenido su trabajo de delivery esa tarde para tomarse un té. La muchacha venía de una familia de rancias tradiciones las cuales había evitado desde pequeña, salvo la costumbre de tomar té a la hora que fuera para calmar los ánimos, calentar el cuerpo, descansar o simplemente desconectarse de la realidad. En la mochila de reparto traía un termo metálico de buena calidad que mantenía el agua caliente por bastantes horas, y una o dos cajas de bolsitas de té de sabores surtidos para elegir según la circunstancia.

Esa tarde había tenido bastante trabajo, su vehículo había sido fiscalizado por carabineros, y le habían tocado buenos clientes que hasta le habían dado propinas por el reparto. La muchacha estaba tranquila y satisfecha, por lo que detuvo la moto para beber una taza de té a modo de celebración. Al abrir la caja se encontró con una bolsita de una variedad desconocida, que ni siquiera recordaba haber comprado; la muchacha revisó la bolsa y al ver que no tenía nada extraño la puso en la taza, vertió suficiente agua caleinte, le echó dos cucharadas de azúcar, y empezó a beberla mientras veía el tráfico pasar.

La muchacha empezó a notar que los vehículos pasaban más rápido que de costumbre; de pronto su visión se hizo algo borrosa, tanto que le costaba distinguir las formas de los objetos de la calle. La chica recogió el empaque de la bolsa de té y la empezó a revisar, pensando que tal vez podía estar en mal estado, vencida, o tener componentes dañinos para la salud. En cuanto vio la fecha de fabricación su vista se recuperó por completo, pero no lograba entender lo que estaba pasando.

La muchacha estaba desconcertada. La ciudad parecía haber envejecido, la gente vestía con ropas de los años veinte, los vehículos eran escasos y enormes, y la ciudad parecía andar en cámara lenta. En ese momento la muchacha vio que estaba frente a una tienda con un letrero que decía Gath y Chaves: en el vidrio de una de las vitrinas vio su imagen reflejada. Estaba vestida como hombre, su motocicleta se había convertido en una bicicleta de época, y en su espalda llevaba una mochila con el nombre de una tienda y una dirección. Al darse cuenta que aún tenía en su mano la taza de té, bebió el resto de la taza, la guardó en la mochila, y se dirigió a un carabinero que vestía una capa de gabardina y gorra gris verdosa, para preguntarle cómo llegar a la tienda y empezar a vivir su nueva vida.